viernes, 8 de agosto de 2008

No entiendo la tele

La tele me aburre. No exactamente la tele como producto masivo y anticultural:, la sociología me ha enseñado que lo entendido como “de calidad” no es más que una construcción formal, que la apreciación tiene relación con el historial familiar y educativo.

Tampoco es problema mío: Me gusta la anticultura. Acostumbro ver basura gringa casi a diario; me he paseado por producciones canadienses, italianas, japonesas. He visto refritos turcos que harían enrojecer a nuestra concepción de lo que es kitsch.

No, mi problema es con la televisión chilena. No entiendo la tele chilena. No entiendo qué enganche tiene para quien sea, elitista o popular. No entiendo, por mucho que sólo me enfoque en el morbo, en la chabacanería, en la farándula, en las tetas o en el sentimiento de “qué pasará después”, cual es la gracia. La tele es fome, fomísima.

Me tiro en la cama. Junto toda la paciencia, el aburrimiento y el tiempo sobrante que pueda, y los dejo fluir al prender el aparato. Y sin embargo, no pasa nada de lo que me prometen: no me distraigo ni caliento ni emociono. Además, las series, teleseries y realitys son largos, demasiado largos. Nunca voy a entender cómo es que existen humanos dispuestos a mamarse el rollo de Pelotón, donde nunca llegué a percibir algún tema interesante. Calculo: 90 minutos * 5 días a la semana * 3 meses = 1.350 horas de ver minas maoma en la ducha (mas no desnudas) y un montón de trabajo manual. ¿Quién aguanta?

Incluso las exportaciones se ven inundadas por un vaho de fomedad. Tomo como ejemplo Caso Cerrado. Pocas cosas me dan mas dicha en televisión que ver gente perder cualquier atisbo de dignidad, y doña Ana María Polo cumple maravillosamente con mi lado hobbesianoo. Las versiones chilenas, aunque tengan sus momentos geniales, la mayor parte del tiempo son versiones descafeinadas: la gente se para seria respetuosa en el estrado, los pleitos no impactan ni tienen sentido, nadie se agarra a combos. El mayor insulto es ese programa, Veredicto: casi todos los problemas derivan en que alguien le debe algo a alguien, y chao. Quien mejor cumple lo que busco, no sé si con intención, es el Diario de Eva, donde la vergüenza ajena asoma por el sólo hecho de que esos adolescentes respiren el mismo aire que yo; sin embargo, a la larga me aburro de oír qué hizo la amiga del pololo para que se enoje tanto.

Hipótesis alternativa: la gente la ve porque da sueño. No hay nada como ver un reality chileno en los últimos momentos antes de dormir, la mente ablandándose por tanto drama poco interesante.

Hipótesis nula: la gente ve televisión como acción colectiva. Comentada en grupos, los programas suenan interesantes, apasionantes, maravillosos; cuando intento verlos por mi cuenta, la ilusión se cae a pedazos. Algún crítico dijo alguna vez que la teleserie vivir con 10 era el mejor retrato jamás pincelado de la clase media aspirante chilena; igual perdí la paciencia. Pienso el ver tele como un acto de comunidad, un método curioso que usan individuos aislados para generar lazos. Yo mismo he experimentado el carisma fraternal detrás del cuestionarse por las acciones de tal personaje o la chance de un romance ilegítimo entre la joven idealista y el forastero misterioso. Lo he hecho, claro, pero nunca con escenarios chilenos. La lata me gana.

Por allí y por allá pillaré fragmentos, a veces reconocidos y a veces olvidados entre los disfraces de gomaespuma y las barras de testeo de colores, de una televisión que sí vería. Todo que hagan en la Aplaplac, por ejemplo. Para el resto, bendigo el tener Internet.

PD1: Con ojillos semiesperanzados empecé a seguir la cuestión esa del gen Mishima, siendo todo lo posiblemente positivo al pensar en “ciencia ficción chilena”. Y como de costumbre, me decepcioné. Es como las teleseries noventeras del TVN: no importa si son gitanos, pascuenses o cartoneros, al final se trata de la misma hueá.

PD2: en mis años mozos escuchar a Mr. Bungle era lo más cool entre lo cool… ahora lo ponen en el show ese de los patinadores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me intriga... cuando decis que el gen mishima se trata de la misma wea que las teleseries de la era Sabatini; ¿k seria exactamente de lo que trata?

Vicente Vadich dijo...

Mmm... no es tanto de lo que trata, si no de lo que no trata. La variación de ambientes en el tiempo y espacio al final sólo significan mayores cambios en la escenografía y vestuario. Los guiones de una serie y otra son intercambiables con unos cuantos retoques. Claro que no soy ningún experto en teleseries (no "sigo" ninguna desde Amores de Mercado) y puedo equivocarme.

Gen Mishima sería lo mismo: el setting será de mutantes prodigios y hueas, pero lo que sucede ahí mismo no dista mucho del dramón chileno promedio (de hecho, me recordó caleta a esa película, Monos con Navaja). No ayuda mucho que la parte ciencia sea ultralight y no avance más allá de lo que se aprende en el colegio (esa parte del hipnotismo y las ondas Betas me dio verguenza ajena; aunque fuera plausible, como lo dijo el actor le quita cualquier seriedad)

Y me disculpo por la tardanza.