viernes, 15 de agosto de 2008

Instituto Carlitos Javier para jóvenes superdotados


Bueno, el asunto es que continué viendo el famoso Gen Mishima para aclarar mis impresiones y darle una segunda oportunidad a la televisión chilena, por la que ya mostré mi desprecio en ocasiones anteriores.

Hablando del discurso, hay que notar que resulta fructífero notar cada detalle de una creación, independiente de si ese fue el propósito de los creadores o no. Viendo Gen Mishima con las antenas bien paradas, me dio por fijarme en que el transcurso de la mentada primera serie de ciencia ficción chilena” nos dice, en su desarrollo y puesta en escena, exactamente las razones por las que no se puede hacer ciencia ficción en Chile (y bien podría expandirlo a Latinoamérica). Obviamente no fue esta la idea planeada, pero es que viendo la serie me queda perfectamente claro el porqué éste y otros posibles futuros intentos están condenados al fracaso.

El ejercicio reconstructivo lo puedo dividir en 3 razones claras, percibibles en la serie, por la que Gen Mishima prueba que no debería existir:

1) Porque viene de afuera: de Gen Mishima lo deja claro en su premisa: la ciencia (sea ficción o real) es algo que viene de afuera. La parte “ciencia” de esta ficción se desata porque un científico japonés viene a experimentar con los chilenitos. Los tocados por el experimento también parecen condenados a existir en un mundo aparte, distanciados de la gente corriente. El elemento fantástico-científico sólo puede surgir desde el exterior, y Chile no puede aspirar a más que ser un receptáculo de las maquinaciones de los civilizados.

2) Porque no hay cariño: Las comparaciones con series como Héroes refuerzan el estigma de que lo que se está haciendo acá es porque precisamente esas series la están llevando, porque es moda. Y Cuando se acabe la moda, adiós a la ciencia ficción chilena.

Los elementos científicos no pasan de la ciencia ficción más Light, cosas tan ridículamente imposibles como en las películas de James Bond. Y de hecho, resulta peor que eso. Y trato de no ser muy quisquilloso, pero es que se pasan. ¿Cuánto se puede demorar uno en wikipediar la información? ¿3 minutos? El mejor ejemplo es en el capítulo 3, con el desdichado dialogo sobre “la hipnosis y las ondas Beta”. Es tan absurdo que me dio vergüenza ajena.

Esto se nota peor que nunca en los actores, que cuando tienen que recitar líneas que involucran hueás con ciencia se van a la mierda. En esos precisos instantes, hermosos por su brutal potencial para epifanizar, el nivel actoral baja de “mediocre” a “me leí el guión en la micro”. Volviendo al ejemplo anterior, aún si tuviese una base científica de peso, el actor lo recita tan mal que no me creería ni aunque me amenazaran con machacarme las bolas a martillazos.

Incluso las referencias a la ciencia ficción se sienten poco inspiradas y sin sentido. El conocimiento de referentes, sean realies o ficticios, no pasan más allá de lo que uno lee en el colegio.

3) Porque somos espectadores: La más brutal de las razones, un tanto oculta al principio, pero que resulta lógica adentrándose más en su universo. Observen a los Niños Porvenir, a los buenos y malos; observen sus acciones, y sobretodo, sus palabras. Los niños del Gen Mishima hablan en un castellano casi perfectamente neutro, dando un espectáculo más parecido a la traducción de una serie gringa que a una creación propia. El único chileno auténtico es el periodista Ignacio Maiakovsky. Sabemos que es chileno porque es chico, moreno, y habla con harto garabato (chilenos también).

Piensen en el rol de de Maiakovsky. ¿Quién es? Un periodista. ¿Qué hace? Nada. Puede que actúe a favor de los buenos, puede que sea vital para el rescate de la loca en coma, pero él interviene porque le dicen que debe hacerlo. Es convidado a participar por las dos facciones, que lo ven como una peste inocua. Maiakosvsy es el más chileno porque no entiende huea y media de lo que está pasando: es un intermediario entre el mundo de los superdotados y el mundo cotidiano.

Y no puede hacer otra cosa, más que dejarse llevar por los designios de esta historia superior a su alcance. Y me imagino a Maiakovsky como símbolo de lo chileno cuando se enfrenta a lo científico: sometido a los designios de los genios, un peón-soldado en la guerra por el conocer, un perdido en una urbe de ajenos. Sabe que es una pieza menor y trabaja desde donde puede, obedeciendo ciego a los mandatos de otros, nunca entendiendo del todo sus razones.

No critico nada, de hecho me quedó gustando Gen Mishima por las conclusiones que saco al someterme a su horario de los domingos en la noche, y porque es un milagro a estas alturas que algo en la tele chilena dure tan sólo 8 capítulos: la televisión chilena exige un compromiso demasiado grande para lo que ofrece. Y a pesar de tanto error y tanta demostración de lo equivocados que están, igual quiero que les vaya remotamente bien. Porque ni Asimov ni Tolkien partieron de cero, y el camino a la perfección está llena de equivocaciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si algo que la serie exhuda es amor por los personajes y el genero, mas allá de sus pifias. Honestamente, no creo que tengai la potestad para determinar cuando hay compromiso con un tema, o no. Tus criticas son tan débiles que el olor del resentimiento se huele a millas.
Banzai!