lunes, 25 de agosto de 2008

Fracasar

"Caer está permitido, levantarse es obligatorio"
-Proverbio ruso

El fracaso es una constante en nuestras vidas. Es un hecho inevitable. Y más importante aún (al menos para mí) es también una construcción social. O más bien, cómo se reacciona ante él.

Estudiar el fracaso en sociedad se ha vuelto sumamente interesante dentro de nuestros tiempos, por la simple razón de que se ha convertido en la gran negación, en el gran tabú innombrable, después de la muerte. Nadie quiere oír de morir o fracasar. Si les conversara este tema en una reunión casual, de seguro me tildarían de morboso. Y quizás lo están haciendo ahora mismo. Y quizás sí lo soy. Pero por muy feo que sea hablar de ello, alguien tiene que hablarlo. Porque por donde veo, tenemos como sociedad una grave crisis de estado de negación.

Caso 1: Comedia gringa de adolescentes. Un mundo convenientemente dividido entre los ganadores y los perdedores. Porque en este mundo envasado, quien nace perdiendo tiene que morir perdiendo, y quien nace ganando tiene que morir ganando. Y hasta la última fibra de su ser tiene que adecuarse al arquetipo que representan.

Caso 2: Seminario de futuros líderes. Ser alguien, te enseñan, se logra si cumples estos pasos que te dicto. Olvidan mencionar que los grandes líderes los escoge la historia y nadie más. Que los grandes hombres fueron gente perturbada y muchas veces rechazada.

Caso 3: Gente que hace las cosas mejor que yo. No, no es envidia. No, en serio. Acepto mi posición (no sin conflictos), que es de por sí bastante buena. Pero cuando veo a algunos avanzar en la misma línea recta, encumbrarse más y más alto, me pregunto cuánto les dolerá la caída posterior.

Fracasar es parte natural de la vida, quiéranlo o no. Es una muerte simbólica, es la aplastante aprehensión de que existen incomprensibles e indomables, que cualquier acción de un hombre o una mujer tiene un factor de riesgo invisible. Fracasar es una idea que se revela contra los poderes fácticos de los modernos. La ciencia enseña que no hay elemento en el vivir que no pueda ser manipulado a gusto. El fracaso, entonces, tiene que ser resultado de un error de los demás o propio. Pero a veces ni teniendo esos requisitos se fracasa. A veces, pasa porque sí. Gente como tu o yo están fracasando en estos instantes.

Y el mundo está cambiando: el porcentaje de egresados universitarios se dispara, la red permite mantenerse informado de los rincones del mundo, el hambre humano por conocimiento genera nuevas áreas para desarrollarse. Con tristeza les informo que esto se traduce en toda una ola de fracasados, de gente que hizo todos los pasos correctos pero que igual no obtuvo lo que quería, lo que se merecía. ¿Y cómo van a lidiar ellos con algo que nunca les enseñaron, quien sabrá tratar con El Impronunciable? El sociólogo Richard Sennett lo tiene bien claro cuando escribe La corrosión del capitalismo. Al final del libro recomienda dejar de pensar en términos de ganar o perder, así como dejar de actuar como una isla. “Un fracaso repentino es la experiencia que hace que las personas reconozcan a largo plazo que no son autosuficientes” [pg. 148]. En un punto inusualmente emotivo para un libro de sociología, Sennett nos dice que, en un mundo que produce y desprecia fracasos, lo mejor que se puede hacer es admitir esa vulnerabilidad, y recurrir a los otros, al “nosotros”.

Hay que aprender a fracasar. A echarles la culpa a los demás cuando se requiera, o a uno mismo cuando también se requiera. Pero más importante aún, que la vida sigue después del fracaso. Que habrá otras oportunidades, que hay que levantarse sin importar lo espectacular de la caída. Nuestra misión con las nuevas generaciones es un tanto ardua, pero se las debemos: darles una palmadita en la espalda, reírnos de su supuesta miseria, y decirles, “oye, relájate, no es el fin del mundo”.

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