Hace una semana tuve el agrado de recibir prestada una consola Nintendo Wii en casa. Para alguien que no poseía un sistema de juegos desde 4º medio (y lo resentía) fue toda una experiencia. Jugué sólo contra la inteligencia artificial, jugué entre amigos… cual comercial de televisión, hasta mi abuela pudo aprender a jugar (tenía potencial para el Golf). Verdaderamente es una experiencia nueva, diferente a todos los Zapper, Powerglove, manubrios y demases. Fue para todos un mundo nuevo, algo tan original y la vez tan instintivo para todos que el disfrute se dio de forma instantánea. Diversión asegurada en cualquier ocasión, como diría alguien menos pretencioso.
Soy gamer desde que tengo memoria. Hace unos años tuve que cortar mis vínculos directos con ese mundo que tanto me gustaba, por variadas razones de las que no voy a explayarme aquí. Sí, seguía actualizándome en cuánto a las últimas creaciones, pero siempre como un observador terciario. Y aunque evocaba el frío tacto de un mando, me mantenía fiel a mi pasatiempo. Con los ojos de un pensador, claro. Observaba y anotaba mentalmente la evolución de los sistemas y juegos.
Una de las cosas que más me llamaba la atención era el avance desfasado de la gráfica de los videojuegos. Veía imágenes de la sexta y séptima generación (la actual) de consolas y me impresionaba de veras con la alta definición, el contraste progresivo y otras artimañas. Sin embargo, al mismo tiempo, el exceso de progreso digital también me producía una sensación de alienación. Tanto avance, tal velocidad de recambio, que veía perderse una parte importante de esta industria: qué tal se juegan los juegos. Me daba la sensación de que la producción audiovisual intentaba suplir todas las áreas, como la historia o la jugabilidad misma. Sí, se veían bien, pero también sentía que las nuevas imágenes ya las había visto antes. No dejaba de pensar en que, quizás, la alienación mía podría ser un mal más generalizado del consumidor; de la gente.
Después de todo, habría que pensar qué ha hecho la industria de los videojuegos para atraer nuevos consumidores[1]. Salvo la revolución de los juegos de baile, este mundo parece haberse dormido en sus laureles. Sí, los gráficos mejoran, y el sonido acepta canales de 5.1, pero mi pregunta iba hacía lo que pasa con los cambios integrales en la manera de jugar. Podría decirse que se realizan perfeccionamientos, refinando la tecnología, pero manteniéndose en el mismo paradigma de los tiempos del Atari. Todo mejora, y nada cambia.
La tecnología, por mucho que a los grandes CEOs se les olvide, es una construcción social. Y la tecnología es, antes que nada, una herramienta para las personas. Creo que existe un gran vacío en el estudio de la relación entre la producción de tecnología y su impacto en sociedad, vació suficiente como para que una nueva rama de la sociología aparezca (sí, como si hiciera falta otra más…) Porque un consumo basado en el puro progreso tecnológico, sin nada que ofrecer más que el refinamiento de los mismos trucos, está destinada a fracasar. Una retrospectiva a la historia de los avances tecnológicos basta para percibir que el desarrollo tecnológico, al igual que en otras áreas humanas, no avanza en un progreso lineal, sino por ciclos. La historia también es rica con ejemplos de fracasos, desde el helicóptero según Da Vinci hasta el Laser Disc. Volviendo al tema de las consolas, al parecer
Y por eso, yo saludo a
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