lunes, 16 de julio de 2007

The Joker o La locura como estilo de vida

"Cualquier hombre puede tener un día realmente malo y terminar como yo”

-The Joker (en La Broma Mortal)

(Escrito ideado para contribuir a La segunda lengua, origen de mi inspiración para empezar yo mísmo una carrera)

En honor al ¿Editor? ¿Productor? de este espacio, escribo sobre cierto personaje por que parecemos compartir cierta fascinación. Fascinación que no pocos compartimos en este mundo de la narrativa.

¿Por qué uno de los mayores villanos ficticios de la historia del siglo XX es un mimo de cabello verde y traje púrpura? El Joker, o Guasón para los hispanoparlantes, ha calado hondo en la imaginería popular. Sus imágenes, retratadas por décadas de autores diferentes, desfilan, una cada más terrorífica que la siguiente. Más de algún cinéfago recordará la voz perturbada de Jack Nicholson pidiendo un espejo al cirujano, para luego arrojarlo y estallar en una risa maniaca. ¿Qué es tan perturbadoramente atrayente en este personaje de eterna sonrisa?

El Joker nos intimida porque no es simplemente enemigo del bien, de las leyes sociales o del esforzado trabajador americano; su blanco no son los valores morales de Occidente, sino que el principio de la racionalización. Él es el Otro, el Enemigo[1], aquel que no puede ser comprendido por la norma, y por tanto debe ser castigado y marginado. Nuestras concepciones de lo que es real y lo que no lo es, son frágiles como la memoria misma que tiene la responsabilidad de acotar su origen. El Joker amenaza todo lo que creemos por verdad en cuánto a cómo miramos el mundo, e impone su modelo del sinsentido. Tal como hace décadas lo intentaron los muchachos de la escuela del surrealismo. Con la diferencia de que ellos lo realizaban a través de la creación; el primero a través de la destrucción. Es la vieja dualidad de la vía pacífica contra la vía revolucionaria.

El Joker además tienta. ¿Quién no desearía una vida sin responsabilidades, sin remordimientos, sin tener que reflexionar sobre pasado, presente y futuro? Siendo el mundo no más que un enorme patio de juegos donde la única regla es que no hay reglas y el único objetivo es divertirse al máximo. En términos más académicos (a quien le de lata que se retire si lo desea), nuestro amigo el Guasón es la imagen que Michel Foucault creó del loco que la sociedad debe Vigilar y Castigar. La diferencia es que este loco siempre escapa de su panóptico (el asilo Arkham) y se pasea desvergonzado entre los decentes transeúntes. Su peligro radica en lo incontenible que resulta su locura, y cómo cuestiona a los poderes del saber en cuánto al sentido de las cosas.

Donde mejor se exponen estas ideas es en La Broma Mortal, novela gráfica cumbre escrita por el demente británico Alan Moore. Nos muestra que la locura del villano no es obra de un gen del mal o de las consecuencias socioeconómicas; es el resultado de un día especialmente malo, del mismo tipo que tuvo Batman, el comisionado Gordon y su hija Bárbara. En todos ellos la sanidad sobrevivió por sobre todo… pero el resultado pudo ser cualquier otro. La locura es una tómbola y todos tenemos números afortunados.



[1] Los teóricos sociales han tratado desde mucho ha cómo la sociedad civilizada se mantiene a sí misma a través de la exclusión y destrucción de otras culturas que amenazan su hegemonía. Algunos autores de interés: Marcuse, Foucault, Todorov

3 comentarios:

Anónimo dijo...

eres arrogante, pero de todas formas mi heroe. no quiero comentar tus escritos pq mi autoestima no me lo permite, me tiene castigada, así que sólo diré: Puchu puchu puchu puchu puchu puchu puchu puchu puchu (:

que complejo elegir una identidad, creo que pondré anónimo.

Anónimo dijo...

puta...es entrete el ejercicio que haces. además, efectivamente, tenis talento pa la narrativa.
como ya te lo he hecho saber, el discurso posmo me lo compro en 1/4...y el suponer que los locos tienen algo que decir está muy bien...pero sigue siendo algo loco, enfermo, desquiciado. digo, me da paja tratar de cambiar paradigmas de civilizaciones...asi que me acomoda seguir pensandolos como enfermos y que se siga disciplinandoles...

se despide un otrora cristiano protestante devenido en nihilista

socióblogo dijo...

Está buenísimo.
Me gusta además el nexo que haces entre el artista y el villano; pensaba en un rockstar (o un rapstar) que se exhibe frente al resto del mundo como un sujeto sin ataduras, completamente libre y con el poder suficiente para cumplir todos sus caprichos.
Es extraña la relación que establece la sociedad con estos sujetos: se les odia y se les admira. Por un lado logran lo que todos quisieran lograr (autonomía, libertad, poder), pero por el otro se les condena porque se escapan de las normas comunitarias. Siempre parece como si hubieran hecho pacto con el diablo.
Yo creo que los necesitamos. La vida sin desviación de la norma sería aburridísima. Necesitamos también que la industria cultural convierta a estos sujetos extraordinarios (lo digo en el sentido estadístico, no en sentido moral) en héroes. Necesitamos que un punk se cague en la reina de Inglaterra cada cierto tiempo, que un rockero gringo se cague en el puritanismo protestante del midwest, etc. Lo raro es que no se me ocurren muchos héroes por el estilo para latinoamérica...