jueves, 15 de mayo de 2008

Diego y Glot II


En el capítulo anterior, hablé de Diego y Glot como ejercicio de idiosincrasia. Ahora quiero abordarlo desde el punto de vista del fatídico tema de la “representación social”.

Diego y Glot se mete de lleno en la realidad, incluso en las partes menos agraciadas, sin prismas deformantes. No es la visión trágica-lacrimosa que nos cuentan los cineastas pasados a palo santo y a chicha de la vega. Tampoco se trata de la visión criminalista que conocemos, gracias a los siempre honestos miembros del periodismo chileno. Se trata, muy simplemente, de las cosas como son: ni buenas ni malas, es lo que hay.

Un caso para el ejemplo: la curiosa interpretación que hacen en un capítulo del clásico de Mark Twain “El príncipe y el mendigo”, manoseado hasta la saciedad por los medios gringos. Cuando el Danilo (ese compañero lirondo y flojonazo, que dudo que nadie no lo haya tenido) encuentra su doble en el hijo de un vendedor de mariscos, quien es un prodigio de las matemáticas. Intercambian roles para que “Danilo” apruebe el examen final de matemáticas, del que depende su permanencia en el curso (¿Quién no hubiera deseado tener esa posibilidad?). Al final de un desastroso día, en el que la ignorancia matemática del verdadero Danilo le cuesta caro a la hora de vender marisco, el muchacho vuelve con su supuesto padre al hogar, en un barrio de los que podríamos denominar vagamente “población”. Y, sorpresa, sorpresa: no es una zona sin Dios ni ley, no hay narcos o flaites amedrentando a los inocentes, la gente no vive en un estado de Parkinson prolongado: lo que vemos (aunque sea por unos segundos) es un lugar normal. Deteriorado y humilde tal vez, pero lleno de vida: los habitantes caminan, conversan entre ellos. Una radio invisible aúlla una cumbia a todo volumen. Unos jóvenes se juntan en la esquina a malgastar el tiempo.

Incluso cuando Diego escapa de su casa y se asienta en una comunidad de niños de la calle, la idea no es estrujarnos las emociones; si, es bien penca que haya niños de la calle, pero así es la vida. No se confundan: no es un fatalismo hacia la miseria. Lo que están haciendo en el programa es, como dije, mostrar las cosas como son. Y aún a través del filtro infantilista necesario, le dan mil patadas a los dramones de la TV, a los documentales sociales de Autores Constestatarios o al nuevo especial de En la mira.

Cuando a esas situaciones de pobreza se le cargan con valores, no puedo evitar pensar que lo que se está haciendo es excluir y externalizar lo que pasa. “Mirad los convalecientes, los desprotegidos, los miserables; esta es la realidad escondida de nuestra sociedad”. Pero si ni es tan escondida…. Cualquiera que se de sus vueltas puede atestiguarlos. Mostrar una “realidad escondida” que no lo es tanto, para mí, es señal de que las personas van dejando de prestar atención al mundo. Vemos todos esos documentales y especiales, y después lloramos y nos enojamos y sentimos rabia… todo desde nuestros hogares.

La propuesta de Diego y Glot es lo más sincero que he visto en la televisión chilena en mucho tiempo. No demonizan, ni vanaglorian. Lo que quieren es mostrar el mundo santiaguino, sin mayores pretensiones. Cuando hay que tomar acciones contra la pobreza, normalmente se piensa en préstamos, en adiestramiento social, o por último, en esconderlos para que los turistas no cachen. Lo que hace Diego y Glot es aún más noble: consigue, a pasos pequeños, deshacerse de los estigmas e incorporar a los sectores más pobres al imaginario colectivo; y no como una lamentable excepción que debe ser corregida, sino como parte igual de esa chilenidad de la que deberíamos sentir su poco de orgullo.

1 comentario:

mundo audio visual mundo irreal dijo...

Notable:
Despuès de años de trabajo en guión y creación, en relación a la serie Diego y Glot, un auditor encuentra la escencia del esfuerzo narrativo, la médula de la intención dramática y fundamentalmente el "espíritu" que como objetivo nos unió en este proyecto. Trabajar desde una mirada expositiva cada uno de los temas y representaciones que de nuestra sociedad se cuentan en esta serie, como uno de los pilares fundamentales de la propuesta.
Hay que decir que este objetivo, permite narrar historias despojándose de toda connotación valórica en lo expuesto, y eso contruye temáticas libres de la asignación llorona o prejuiciosa de lo que somos.
me llegó este comentario por rebote, pero me llena de alegría, en cuanto,la reflexión que se hace es totalmente cierta y no fortuita.

finalmente, quisiera agregar, que si los críticos de TV miraran, un poco mas allá de lo que aparece en pantalla, un comentario como este no sería novedad....de verdad un agrado

Cote Correa
co- director y co- creador de la serie "Diego y Glot"