domingo, 9 de diciembre de 2007

El derecho universal a disfrutar con cosas por las que no he pagado




Actualmente estoy sumergido en la tarea de realizar un trabajo sobre el copyright en la era informática. Y aún tengo problemas para delinear los campos que quiero acotar. Es que hay demasiado por decir al respecto.

La idea de trabajar con este tema surgió después de leer el excelente artículo When Pigs Fly: The Death of Oink, the Birth of Dissent, and a Brief History of Record Industry Suicide. El artículo en cuestión es una especie de panegírico para honrar a OiNK's Pink Palace: probablemente el mejor sitio de descarga de música que haya existido, y que el 23 de octubre fue cerrado por un operativo policial anti-piratería. Si la banda existía, la encontrarías en Oink; y si no, simplemente podías dejar hecho un pedido que cualquiera de los usuarios podía cumplir. Yo mismo fui miembro de la comunidad, y doy fe de lo increíble que era pertenecer a ella; cuántos discos imposibles encontré, cuántas bandas nuevas descubrí; cuánta música bajé y compartí por igual. Sí, eran endemoniadamente estrictos, y te baneaban por las razones más insignificantes; más, era eso mismo lo que lo diferenciaba de otros sitios, y lo convertía en una verdadera comunidad y no un lugar de piratería descarnada.

El autor nos hace una contundente lista de todo lo que estaba bien en Oink, y de todo lo que está mal en la industria discográfica. La precisión con que lanza los dardos es algo inesperado para un “civil”, alguien que no articula su punto de vista según alguna forma de pensamiento social, legal o económico, sino como un fan que conoce desde adentro el funcionamiento de la industria: La maquinaría obsoleta que aprovecha la imagen colectiva del “rockstar dilapidador” para justificar sus excesos, la caza de brujas a los sitios de música y la rabia con que la industria musical y la prensa ponían a Oink al nivel de una red de pedofilia (La prensa decía “Este no es el caso de amigos compartiendo música por placer.” ¿¿¿Q-que??? ¡Eso era EXACTAMENTE lo que era!”), o cómo el congreso norteamericano es manipulado para responder a los intereses de la industria musical, y estos a la vez responden a los intereses de las grandes cadenas de tiendas.

“Y si llenase mi nuevo Ipod de 160gb legalmente, al precio de 99 centavos por canción que la industria ha determinado, me costaría alrededor de 32.226 dólares. ¿Cómo va a tener eso sentido?”[1]

Comprender esto en un contexto latinoaméricano es un tanto complejo, y se puede rápidamente caer en el error de sobresimplificar el asunto y tildarlos como “mamones”, o cuanto improperio venga a la mente. La revolución tecnológica que está ocurriendo en estos países es inusual en el sentido que, allá, los ciudadanos creen en las leyes y las respetan. Esto se explica simplemente porque las leyes representan las necesidades de los ciudadanos. Ocurre con la industria musical que, después de muchos años de abusos, los ciudadanos ven que la ley actual no los representa, y por tanto se revelan. Volviendo al caso más especifico de la industria musical, el amante de la música cree firmemente en el valor significativo de comprar su música. Querer impresionar a los amigos amigos con estantes llenos de rarezas, hojear el booklet y admirar el arte, sostener el CD en la mano. Pero el contraaque injustificado e irracional de unos ejecutivos que por años se han hecho millonarios con la obra de otros, y que se resisten a evolucionar, hacen que el melómano abra los ojos, harto de tanta mierda y mentira.

Recordé una pregunta que me hice a mí mismo hace un par de años: si la tecnología avanza de manera que tengamos sistemas que almacenan cinco, diez, cien veces más información que los CDs, ¿Cómo nos venderán el fruto de 3 años de trabajo de una banda, condensado en entre media y una hora de música? Ya vi un adelanto de este problema en los DVDs. Los autores… no… la industria nos ha convencido de que está bien meter una película o 4 capítulos de una serie de televisión en un disco, y rellenar el espacio sobrante con comentarios del tipo que traía los cafés o doblaje en esperanto. Y la verdad es que nunca me tragué eso: aunque me considero un sujeto tecnofílico y consumidor cultural, y tenga el dinero para adquisiciones, no poseo más de 10 DVDs. Los CDs de música son otra historia: después de años de esforzarme por tener una colección tal vez no basta pero sí admirable, me siento demasiado decantado por el sistema como para comprar música periódicamente (aunque cierta personilla insista en comentarme sus adquisiciones, importadas directamente). Por supuesto esto me produce ciertos dilemas: ¿Gastaré los $40.000 necesarios para comprar el In Rainbows[2]? El fan descocado dentro de mí dice que sí; el crítico dentro de mí tiene sus dudas.




[1] 1 gb son 1.000 mb; una canción pesa alrededor de 5 mb; si dividimos 160.000 por cinco, es resultado es de 32.000. Si cada canción cuesta 99 centavos, entonces 32.000 canciones costarían 31.680 dólares (¡más de 15 millones de pesos chilenos!)

[2] Al final lo de descargar el disco bajable con un coste a elección no fue una revolución; todo lo contrario, resultó un vil truco publicitario. Piense en quienes pusieron una buena suma por puro amor a la banda, y ahora descubren que después va a salir el disco “verdadero”.

5 comentarios:

Kenneth Bunker S. dijo...

valla forma de ver la industria musical. certero por cierto.

saludos.

kbs.

socióblogo dijo...

Si andas en busca de autores, revisa a Lawrence Lessig, que ve el tema del punto de vista del derecho. Tiene blog y varios artículos online y si prefieres libro, yo tengo Cultura Libre y te lo paso para que lo leas o fotocopias.

Vicente Vadich dijo...

Hasta ahora lo he estado viendo desde el punto de vista económico, con Rufus Pollock (disponible en ssrn.com). Por ej., en un paper aburrido pero de interesantes conclusiones nos demuestra que el tiempo óptimo para la duración de copyrights, tomando en cuenta todos los factores en juego dentro de la producción cultural, debería de ser de unos 15 a 30 años; muy distinto a los 50 a 70 años que imponen las cámaras. El paper está ingeniosamente titulado "Forever Minus a Day".

Gracias por la sugerencia socióblogo, pero sinceramente no estoy en condiciones de leer mas weás. A estas alturas se vuelve dificil esquivar la dilación.

Juan Emar dijo...

¿Efectivamente fue un "engaño" lo del "In Rainbows"?
Tenía la idea de que siempre se supo que lo iban a sacar después.
Al menos una versión aumentada y con "arte".

En todo caso, más allá de que haya sido una estrategia publicitaria, demostró muchas cosas a las bandas y pone a tiritar un poco a las disqueras.
De hecho las bandas ganan del orden del 10-12% de la venta de los discos. Si son consagradas pueden negociar un poquito más.

Saludos

Anónimo dijo...

En su blog dice que es "ortográficamente correcto", por lo que le pido que aclare en su 5º párrafo cuando dice "y se revelan" ¿quiere decir que se muestran tal cual son? ¿O quiso decir "reBelan", vale decir, que se alzan contra un poder o el Status quo?
En su párrafo final habla de su colección tal vez "no basta, pero si admirable" ¿Quiere decir que su colección no es suficiente? ¿O que no es "Vasta", vale decir, extensa?


De cualquier forma, bastante bueno su post.

con cordialidad

Profesor "usted no lo diga" Campusano