[Fragmento de un ensayo de Sociología Económica. ¡No me copie!]
Bastante se ha esparcido el dato, respecto a la discusión acerca del 17 de septiembre como día feriado, de que el instituto Libertad y Desarrollo calcula que las pérdidas para el país por un día feriado son de 270 millones de dólares. Este dato, que no representa el costo neto (sin calcular los beneficios).
Al estimar el costo de un feriado, cabe preguntarse qué elementos entran en juego. Se toma en cuenta todo el trabajo hipotéticamente realizado dentro de ese día. Un cálculo tal, considerando los elementos sociales dentro de la economía, resulta cuando menos burdo. También permite introducir la pregunta de qué es considerado como trabajo productivo.
Marx distinguía el fenómeno de la plusvalía como el excedente de productividad que un trabajador genera en relación con el precio de su mano de obra. Distinguía entre una plusvalía absoluta que es la generación de excedente por medio de un mayor tiempo de trabajo del necesario, y la plusvalía relativa, la generación de excedente por medio de una mayor productividad por parte del trabajador de la necesaria.
El problema acerca del 17 feriado muestra que existe una noción de tiempo perdido, tiempo que de otro modo podría usarse para generar ganancia. Prueba de ello es el reglamento que se aplicó al aprobar la ley:
Los cambios aprobados permiten extender la jornada laboral de los dependientes del comercio durante los 15 días anteriores a Navidad, hasta en 2 horas diarias, pero con un tope equivalente a 9 días. La futura ley también dispone que la jornada no podrá extenderse más allá de las 23 horas. Asimismo, los empleados del comercio no podrán trabajar más allá de las 20 horas los días 24 y 31 de diciembre; el incumplimiento de estas normas se sancionará con una multa de 5 UTM ($165.000) por cada trabajador afectado por la infracción. Tratándose de empresas con más de 50 trabajadores, la multa será de 10 UTM ($330 mil) por cada empleado y de 20 UTM ($660 mil), si son más de 200 los trabajadores contratados.[1]
Como se observa, la aplicación de la ley dentro de
El hecho de que se hagan leyes de trabajo pensando sólo en cuestiones de tiempo dice cosas muy malas sobre el trato que se les da a los trabajadores. Socialmente es sumamente reprochable. Cualquier libro de historia coincide en que el siglo XIX fue una era de pauperización, y la idea de que se esté planteando la economía chilena en conceptos similares, da para sentir escalofríos.
Pero también tiene una connotación negativa en términos económicos. Pensando en la producción pura, el hecho de que el trabajo sea considerado como una cuestión de tiempo no lleva a ningún lugar. Se utiliza una concepción del trabajo que es, dejando de lado los eufemismos, retrógrada. Marx ya hablaba de cómo el nuevo objetivo del capitalista era de maximizar la producción dentro de un horario establecido. Asimismo, todo el enfoque sobre el tema del trabajo dentro de la segunda mitad del siglo XX y el siglo XXI ha sido el de maximizar la producción a la vez que se minimiza el tiempo transitado. Como ejemplo: empresas exitosas como Google[2] ya orientan a sus empleados exclusivamente a la producción de metas, sin ningún tipo de restricción de horario (salvo las fechas límite).
Pensar la producción como una cuestión de tiempo perdido es una simplificación inadmisible en eras de conciencia social y globalización. Incluso desde el punto de vista de una economía “desocializada”, implica una noción arcaica de lo que se considera como productivo, y por tanto una pérdida e capital humano. Y esto es algo que ni el más sanguinario de los neoliberales podría discutir sin llegar a los clasismos y al estereotipo.
2 comentarios:
Tu ensayo me recuerda una conversación en el patio
Bah, ni que estuviera patentada :P
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