lunes, 28 de abril de 2008

Confesión de yoísmo


Por el tema de la pastilla me ha tocado hablar una y otra vez con un montón de gente (y NO, no voy a hablar de eso, todos los condenados blogs parecen tener una opinión al respecto. Incluso los que actualizan cada solsticio) En particular hablé bastante con un amigo que estudia Derecho.

El enfrentamiento verbal entre un adepto a las leyes y un seguidor de la teoría sociológica es bastante interesante. Ellos, por un lado, trabajar a partir de supuestos que ensalzan al individuo por sobre todo: su área de preocupación son los derechos, deberes y responsabilidades de cada unidad. Nosotros, por otro lado, nos preocupamos de la totalidad (la sociedad): los factores externos que resultan incontrolables y coaccionan a las personas.

Y aunque se supone que debería defender a mi carrera, a las prohibiciones, al retraso civil que significa el fallo, no me resultaba tan fácil como mis compañeros quisieran.

Verán… cuando el pequeño Vicente iba al colegio, no era muy sociológico que digamos- Lo de después fue, digamos, un gusto adquirido-. Prefería la literatura y la filosofía; en particular sentía interés por la teoría sartreana, esa que nos dice que los individuos no están determinados por su contexto social o histórico, sino por sus acciones, su responsabilidad. “El hombre está condenado a elegir”. Que buena frase…

Sartre es lo opuesto a cualquier sociólogo; sin mencionar que si lo encerráramos en una jaula junto a Foucault, tendríamos una pelea a muerte que ya se quisieran los de la WWE. Aprendiendo sociología fui conociendo las infinitas maneras por las que los seres humanos están sometidos a elementos ajenos a ellos, y cómo la decisión individual vale nada. Empero, nunca acabé de creérmelo por completo.

Es algo que nunca acabó de agradarme en la sociología: la disminución del rol a nivel personal. Al final, lo social siempre acaba por relegar al individuo a un papel mínimo en el desenpeñamiento de la sociedad, desde “tirando a poco” (Weber, Merton) hasta “la nada misma” (Parsons, Bourdieu). Las personas son poco más que víctimas en un sistema ajeno a ellas. En ese esquema, ¿dónde queda la responsabilidad propia?

Por eso debe ser que abrazo al postmodernismo con facilidad, aunque su relevancia en el campo práctico sea nula: porque me resisto a creer en una dimensión en la que nadie tiene culpa de nada; porque sigo creyendo en la cuestión moral; porque creo en la capacidad de las excepciones dentro de la regla.

(Además, cuando a la tendencia del chileno por no asumir culpas propias y buscar chivos expiatorios le sumamos estudios de pregrado en el estudio de la sociedad, el resultado hipotético son personas sumamente irritantes).

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